Principales Herejías Cristológicas


Principales Herejías Cristológicas

Las Herejías Cristológicas constatan que a lo largo de los siglos no se ha sabido entender a Jesús. Esto es lógico, porque es un misterio: un Dios con dos naturalezas, una divina y otra humana.

Casi todas las herejías han mirado a Jesús desde un ángulo de vista y han despreciado o minusvalorado, consciente o inconscientemente, el otro. Pero todas las herejías han aportado mayor luz a este Misterio y la Iglesia ha podido profundizar en este Único tesoro de nuestra fe: Jesucristo.

Así pues podemos decir con san Pablo: 'Para los que aman a Dios, todo coopera al bien'; también las herejías, porque, gracias a ellas o a causa de ellas, ha salido resplandeciente, luminosa y espléndida la figura de Jesucristo nuestro Señor.

Gnosticismo

El gnosticismo es un complejo sistema difícil de sintetizar. Se les llama "gnósticos" por la "gnosis" (conocimiento), ya que afirmaban tener conocimientos secretos revelados a su grupo élite, los iluminados capaces de entender esas cosas.

Muchos grupos gnósticos se tenían por cristianos, por lo que causaban una enorme confusión. Es por eso que la Iglesia tuvo que confrontar los errores del gnosticismo y diferenciarlos del cristianismo auténtico. Desde sus orígenes, las creencias gnósticas fueron rechazadas por los cristianos por ser una peligrosa falsificación del Evangelio. 

Los "evangelios" gnósticos más tarde se llamaron “evangelios apócrifos”. Tienen poca o ninguna narrativa sobre la vida de Jesús.  No fueron aceptados por la Iglesia como parte de las Sagradas Escrituras.

Las creencias generalmente sostenidas por los gnósticos:

1- La posibilidad de ascender a una esfera oculta por medio de los conocimientos a los que sólo una minoría selecta puede acceder. Cree en revelaciones secretas y en el esoterismo.

2- Mezcla las doctrinas de diversas religiones, cambiando el significado que tenían originalmente. 

3- Hay dos principios: el buen dios que creó el mundo espiritual y el perverso el cual es responsable por la creación del mundo (la materia y el cuerpo). Nuestro cuerpo era para los gnósticos la cárcel en la que estaba presa nuestra alma como consecuencia de una caída original. 

4- Existe una enorme jerarquía de seres espirituales.

5- Al creer que la materia es una prisión, el matrimonio, la procreación y el sexo son vistos como algo perverso.

Al mismo tiempo, existían gnósticos que se entregaban sin problemas a todo tipo de prácticas sexuales, ya que según ellos, "solo el espíritu cuenta".

6- Las mujeres son espiritualmente inferiores porque son ellas las que encarcelan a las almas inmortales en cuerpos humanos.

7- Jesús no es ni dios ni hombre sino un ser espiritual que solo aparentó tomar cuerpo y vivir entre nosotros para darnos los conocimientos secretos necesarios para liberarnos de la prisión que es nuestro cuerpo. 

Jesús estaba asociado al dios bueno. La mayoría creían que Jesús era un auténtico mediador entre nosotros y nuestra verdadera vida, más allá de la materia, en el dios bueno.

8- Niegan la muerte expiatoria de Jesús (ya que no tenía verdadero cuerpo). Rechazan la resurrección del cuerpo.

9- Rechazo a las tradiciones y Biblia judía 

A causa de esta herejía, por primera vez en la iglesia se menciona la sucesión apostólica como garantía de que se guarda el depósito de la fe, ya que en ese tiempo aún no se había establecido el Canon de las Escrituras, esta sucesión es garantía de ortodoxia.

Maniqueísmo

Secta religiosa fundada por un Persa llamado Mani. Comenzando en el siglo tercero se extendió a través del oriente y en muchas partes del Imperio Romano. 

Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos- eran dualistas, creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos, el bien y el mal, que eran asociados a la luz y a las tinieblas.

Según ellos, Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo.  Posteriormente algunos maniqueos distinguían el Dios del Antiguo Testamento (malo) del Dios del Nuevo Testamento (bueno).  

Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. Desprecian por eso la materia, y el cuerpo.

Para ellos Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.

En práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad sino del dominio de Satanás sobre nuestra vida.

Docetas

El docetismo se remonta a los tiempos apostólicos. Su nombre se deriva de dokein, "apariencia", porque enseñaban que Cristo solo “parecía ser un hombre”, parecía haber nacido y parecía haber vivido y sufrido.

Los docetas consideraban la materia como mala y, en consecuencia, estimaban indigno que Cristo fuera hombre como los demás, sólo lo parecía. El dualismo profundo de esta corriente los llevaba a no admitir en Cristo más que una mera apariencia humana, situándose, por tanto, en abierta oposición a la fe en la encarnación.

Algunos negaban completamente la realidad de la naturaleza humana de Cristo, otros solo negaban la realidad de su cuerpo humano o de su nacimiento o muerte.

El docetismo fue siempre un acompañante del gnosticismo, y más tarde del maniqueísmo.

Los gnósticos sostenían el antagonismo entre materia y espíritu y no podían aceptar que: “El Verbo se hizo carne”. Para tomar prestada la doctrina de un Salvador que era Hijo del Buen Dios estaban obligados a modificar la doctrina de la Encarnación.

Cerdónio, enseñaba que “Cristo, el Hijo de Dios altísimo, “apareció” sin nacer de la virgen. Cristo, sin pasar por el vientre de María y dotado sólo con un cuerpo aparente, de repente llegó de los cielos a Cafarnaúm.

También desde el principio se opusieron particularmente a la realidad de la Pasión. Según Basílides Cristo, ante los hombres, parecía ser un hombre y haber obrado milagros. Sin embargo, no fue Cristo quien sufrió sino Simón el Cirineo, quien fue crucificado en lugar de Cristo por error. Simón recibió la forma de Jesús y Jesús asumió la de Simón, y se reía mientras permanecía a su lado. Simón fue crucificado y Jesús regresó a su Padre.

Los ebionitas

Los ebionitas creían en Jesús como el Mesías judío. No obstante, no aceptaban su divinidad y continuaron guardando la ley de Moisés. Conforme a las costumbres de los judíos, alegaban que ellos eran justificados por la ley.

Usaban sólo el evangelio según Mateo, y rechazaban al apóstol Pablo pues lo llamaban apóstata de la ley. Exponían con detalle las profecías; se circuncidaban y perseveraban en las costumbres según la ley y el modo de vivir judío.

Afirmaban que Jesús fue justificado por cumplir la ley; y debido a su fidelidad a ella fue llamado Jesús y Cristo de Dios, pues nadie como Él había observado la ley de manera completa, sostenían que nuestro Señor fue un hombre en todo sentido como cualquiera de nosotros.

Existían dos sectas entre los ebionitas. Una que reconocía que Jesús nació de una virgen. La otra sostenía que fue engendrado como cualquier ser humano.

Adopcionismo

Fue difundido en el siglo II por Teodoro el viejo y Pablo de Samosata.

El adopcionismo de Teodoro sostenía que Cristo era solamente un hombre, al que Dios adoptó como hijo en el momento de su bautismo y al que confirió una potencia divina para que pudiera llevar a cabo su misión en el mundo.

Una variante del adopcionismo es el error de Pablo de Samosata, que fue obispo de Antioquía, entre el 260 y el 268; éste, para conservar la unidad divina, sostenía que Jesús no era Dios sino un hombre como los demás, pero con la diferencia de que, a él, el Verbo se le había comunicado de una manera especial, inhabitando en él.

De manera general el adopcionismo sostiene que Cristo es un simple hombre, adoptado por Dios como portador de una gracia divina excepcional. Niega, por tanto, la Trinidad, la divinidad de Cristo y la encarnación del Verbo.

Precedentes del adopcionismo cristiano

Había al menos dos concepciones más o menos similares de las cuales puede emanar esta idea:

En el pensamiento judío, el mesías es un ser humano elegido por Dios para llevar a cabo su obra espectacular: tomar a los hebreos (un pueblo hasta entonces frecuentemente sometido por otros más poderosos), rescatarlos de la opresión y llevar el Reino de los Cielos a la tierra trayendo paz y prosperidad. En este sentido, el mesías no es el Hijo de Dios tal como lo considera el Cristianismo.

En la tradición griega existían héroes elevados a la condición divina después de extraordinarias proezas o hazañas, por medio de la apoteosis. El más importante ejemplo de esto es Heracles, que después de haber sido quemado en una pira es tomado por su padre Zeus para gobernar a su lado. Debido al predominio del Imperio romano, cuya orientación cultural era predominantemente griega, en la época de los primeros cristianos es altamente probable que este ejemplo estuviera a su alcance, a la manera de una historia popular.

Al mismo tiempo, el adopcionismo era psicológicamente interesante para los primeros cristianos, y era fácil identificarse con un héroe como Jesús, un ser humano como cualquiera que es elegido ("adoptado") por Dios y que en consecuencia daba esperanzas de salvación a los propios cristianos.

Marcionismo

Es una variante del gnosticismo que tiene como jefe a Marción, el cual, expulsado de la comunidad romana por sus ideas, estableció su propia Iglesia con una organización y ritos similares a la Iglesia Romana, que duró hasta el siglo V.

Marción diferenciaba el Dios revelado en el Nuevo Testamento (misericordioso), del Dios del Antiguo Testamento, señor del mundo en el que había impuesto la ley y el temor. Consideraba al cristianismo como la sustitución del judaísmo y no como su cumplimento.

Estableció el primer canon conocido del Nuevo Testamento, del que aceptaba como canónicos sólo al Evangelio de Lucas y algunas Epístolas de San Pablo, rechazando el resto con todo el Antiguo Testamento. (Este canon propuesto por Marción aceleró los esfuerzos de la Iglesia Católica por establecer su propio canon de las Escrituras).  

Puesto que Jesús carecía de un cuerpo real (sólo era aparente), negó que hubiera nacido de la Virgen María según la carne, como también negaba su muerte real en la cruz. Practicaba un ascetismo riguroso, prohibió el vino, la carne y el matrimonio.

Constantino y el Cristianismo

El Edicto de Milán o la Tolerancia del Cristianismo

Desde 306 en que comenzó a gobernar, Constantino, demostró una actitud benévola hacia los cristianos. En 312 derrotó a su rival Majencio en una famosa campaña en la que dijo haber tenido una visión celestial por la cual el "Dios de los cristianos" le habría mandado una señal para marcar en los escudos de sus soldados una cruz como garantía de ganar la batalla. En el mismo año, este emperador y su colega Licinio, que gobernaba la parte oriental del Imperio. decretaron una serie de leyes por las que concedían la libertad de culto a todos sus súbditos.

Esta constitución imperial fue confirmada por un edicto fechado en Milán en 313; el famoso Edicto de Milán que puso fin a la era de las persecuciones e inauguró un nuevo período de la Historia del Cristianismo.

Mientras tanto, Licinio y Constantino fueron distanciándose cada vez más el uno del otro; sus relaciones se enfriaron y, finalmente, abocaron en la hostilidad abierta. Licinio buscó entonces apoyo en el partido pagano e intentó reanudar la intolerancia anticristiana en sus dominios. Pero Constantino lo derrotó en el año 323, quedando dueño de todo el Imperio. El triunfo de Constantino fue considerado como una victoria cristiana.

Constantino y la Iglesia.

Por primera vez en la historia, un emperador se declaraba cristiano. No conocemos la genuinidad de la fe de Constantino, sólo diremos que aplazó su bautismo hasta poco antes de su muerte (337) y que las razones políticas no eran ajenas a su decisión: una política realista, aunque no se inspirara en motivos religiosos, tenía que tomar en consideración la presencia y la influencia del cristianismo en el siglo IV. Fueren cuales fueren las razones que movieron a Constantino, demostró siempre un cierto disgusto por los paganos. Estos eran todavía fuertes gracias a las poderosas familias romanas que constituían un elemento importante de la sociedad.

Constantino colmó de privilegios a los cristianos y elevó a muchos obispos a puestos importantes, confiándoles, en ocasiones, tareas más propias de funcionarios civiles que de pastores de la Iglesia de Cristo.

Contrariamente a lo que generalmente se dice, el Edicto de Milán no estableció el Cristianismo como religión del imperio. Esto vendría después, en el año 380 bajo Teodosio. El cristianismo no se convirtió en la religión oficial en tiempos de Constantino, pero devino la religión popular, la religión de moda, pues era la que profesaba el emperador.

Para Constantino, el cristianismo vendría a ser la culminación del proceso unificador que había estado obrando en el Imperio desde hacía siglos. Había logrado que sólo hubiera un emperador, una ley y una ciudadanía para todos los hombres libres. Sólo faltaba una religión única para todo el Imperio. Para ello era preciso que hubiera igualmente una sola Cristiandad, uniformada al máximo posible. De esta manera, las discusiones doctrinales o disciplinarias de la Iglesia se convirtieron en problema de Estado.

Posteriormente la mentalidad romana fue penetrando cada vez más el carácter de la cristiandad y se exigió la más completa uniformidad en las cuestiones más secundarias y triviales. Estas tendencias a la uniformidad fueron consideradas por los emperadores como un medio para lograr la más completa unificación del Imperio.


El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después obispo libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no hay tres personas en Dios sino una sola persona, el Padre. Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su Plan. El Hijo es, por lo tanto, criatura y el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que él no existía ("hubo cuando el Verbo no existía"). Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. A Jesús se le puede llamar Dios, pero solo como una extensión del lenguaje, por su relación íntima con Dios.

Aunque Arrio se ocupó principalmente de despojar de la divinidad a Jesucristo, hizo lo mismo con el Espíritu Santo, que igualmente lo percibía como creatura, e incluso inferior al Verbo.

Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus ideas en Alejandría, dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, en el que se excomulga a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos.

Arrio decía que el Verbo no era Dios, sino que era la primera de todas las criaturas.  Nótese que lo que Arrio decía no era que el Verbo no hubiera preexistido antes del nacimiento de Jesús.  En esa preexistencia todos estaban de acuerdo.  Lo que Arrio decía era que el Verbo, aún antes de toda la creación, había sido creado por Dios.  Alejandro decía que el Verbo, por ser divino, no era una criatura, sino que había existido siempre con Dios.  Dicho de otro modo, si se tratara de trazar una línea divisoria entre Dios y las criaturas, Arrio trazaría la línea entre Dios y el Verbo, colocando así al Verbo como la primera de las criaturas, mientras que Alejandro trazaría la línea de tal modo que el Verbo quedara junto a Dios, en distinción de las criaturas.

Arrio, por una parte, decía que lo que Alejandro proponía era en fin de cuentas abandonar el monoteísmo cristiano, pues según el esquema de Alejandro había dos que eran Dios y por tanto dos dioses.

Alejandro respondía que la posición de Arrio negaba la divinidad del Verbo, y por tanto de Jesucristo.

El conflicto salió a la luz pública cuando Alejandro, apelando a su responsabilidad y autoridad episcopal, condenó las doctrinas de Arrio y le depuso de sus cargos en la iglesia de Alejandría.  Arrio no aceptó este veredicto, sino que apeló a la vez a las masas y a varios obispos prominentes que habían sido sus condiscípulos en Antioquia. Pronto hubo protestas populares en Alejandría, donde las gentes marchaban por las calles cantando los refranes teológicos de Arrio.  Además, los obispos a quienes Arrio había escrito respondieron declarando que Arrio tenía razón, y que era Alejandro quien estaba enseñando doctrinas falsas. Luego, el debate local en Alejandría amenazaba volverse un cisma general que podría llegar a dividir a toda la iglesia oriental.

El Emperador Constantino se vio forzado a intervenir para encontrar una solución. Fue el Concilio de Nicea, el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano bajo la guía de San Atanasio, diácono de Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousion (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo: 

««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Manual de Doctrina Católica Denzinger - Dz 54).

Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores desterrados, entre ellos Eusebio de Nicomedia. Constantino gradualmente relajó su posición anti-arriana bajo la influencia de su hermana, quien tenía simpatías arrianas. A Eusebio y a otros se les permitió regresar y pronto comenzaron a trabajar para destruir lo hecho en el Concilio de Nicea. Por los manejos de Eusebio de Nicomedia, Constantino intento traer a Arrio de regreso a Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que llegara. Aprovechando la nueva situación, el partido arriano fue ganando terreno y logró el exilio de San Atanasio, quien ya era obispo de Alejandría.

Tras el advenimiento de Constancio como único emperador en el año 350, los arrianos recuperaron mucho de su poder, generándose persecuciones en el Imperio. Cuando parecía humanamente que la fe católica se perdía, las cosas se volvieron en contra del arrianismo. Constancio murió en el año 361, dejando al arrianismo sin su gran protector.

Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el cristianismo ortodoxo fue restablecido en Oriente y Occidente, llegando a la derrota final del arrianismo en el Concilio de Constantinopla en el año 381. Sin embargo, la herejía no moriría aun por siglos, el arrianismo profesado como tal desapareció hacia el siglo VI.

CONCLUSIÓN

Las herejías no nos deben escandalizar ni desalentarnos. Al contrario, nos invitan a afianzar y a afirmar mejor nuestra fe, para seguir dando razones de ella a quienes nos la pidan.

Al mismo tiempo, nos hacen vigilar, porque nadie está seguro de no caer, como nos dice san Pablo: Así, pues, el que crea estar en pie, tenga cuidado de no caer. 1 Corintios 10, 12.